El café forma parte de la rutina diaria de muchas mamás. Es ese momento de pausa, de energía y de disfrute que a veces se convierte en un pequeño ritual. Sin embargo, cuando llega la etapa de lactancia, es normal que surja la pregunta: ¿tengo que dejar el café por completo para no afectar a mi bebé? La respuesta es tranquilizadora: sí puedes tomar café durante la lactancia, pero la clave está en hacerlo con moderación y conociendo bien los límites seguros.
La cafeína y la leche materna
Cuando consumes café, té, chocolate o incluso refrescos de cola, la cafeína pasa a tu sangre y, en pequeñas cantidades, también a la leche materna. Esto significa que tu bebé puede recibir una fracción de lo que tomas. El detalle está en que el metabolismo del recién nacido es mucho más lento que el de un adulto, por lo que la cafeína permanece en su organismo durante más tiempo. En los primeros meses de vida, el hígado y los riñones del bebé todavía no tienen la madurez suficiente para eliminarla con rapidez, lo que podría ocasionar que sea más sensible a sus efectos.
Aun así, la evidencia científica ha mostrado que, en general, el consumo moderado de cafeína por parte de la madre no suele tener consecuencias negativas en el lactante. Tanto la Organización Mundial de la Salud como la Academia Americana de Pediatría consideran que no es necesario suspender el café durante la lactancia, siempre que la ingesta se mantenga dentro de ciertos límites. Esto debería dar tranquilidad a las madres que temen que incluso un pequeño sorbo de café pueda ser dañino para su bebé, ya que la ciencia nos dice que no es así, en especial si en tu entorno te han dicho muchos mitos!
¿Cuánto café es seguro durante la lactancia?
La mayoría de guías coinciden en que un consumo de hasta 300 miligramos de cafeína al día es seguro en mujeres que amamantan. Para ponerlo en términos más prácticos, esto equivale aproximadamente a dos o tres tazas medianas de café filtrado o de prensa francesa. Por supuesto depende mucho de la preparación y cantidad, las cantidades de cafeína pueden ser muy variables, por lo que te recomiendo no irte al límite máximo. Aunque estas cifras sirven de orientación, es importante recordar que no solo el café aporta cafeína. El té, el mate, los refrescos de cola, el chocolate y, en mayor medida, las bebidas energéticas también contienen cantidades variables que se suman al total diario.
Superar esos 300 miligramos de forma constante no significa que tu bebé vaya a enfermar, pero sí aumenta la probabilidad de que se muestre más irritable o que su sueño se vuelva más superficial y fragmentado. Por eso, más que obsesionarse con los números exactos, la idea es mantener un consumo moderado y observar cómo responde tu hijo.
Además, es importante recordar que el café te ayuda a perder líquidos y, como sabrás, necesitas un consumo mucho mayor de agua durante esta etapa de lactancia. Por lo tanto, para evitarte más ataques de sed y en general deshidratación, si deseas consumir café de forma diaria, aumenta también aun más tu consumo de agua.

Cómo saber si tu bebé es sensible a la cafeína
Cada bebé es distinto, y esa es la razón por la que no hay una única regla que aplique a todos. Hay bebés que toleran bien que la madre consuma una o dos tazas de café al día, mientras que otros parecen reaccionar con inquietud incluso ante una cantidad pequeña. Lo más común es que, si existe sensibilidad, se manifieste a través de irritabilidad, llanto más frecuente de lo habitual o dificultad para conciliar el sueño. También puede presentarse un sueño más intranquilo, con despertares constantes o con menos tiempo de descanso profundo.
Si identificas estos cambios después de haber consumido café, puede ser una señal de que tu hijo es más sensible a la cafeína. En ese caso, no significa que debas eliminar el café para siempre, sino que probablemente necesites reducir la cantidad, espaciar las tomas o elegir una parte del día en la que el impacto sobre tu bebé sea menor. Cada familia encuentra su propio equilibrio, y lo importante es no sentir culpa por disfrutar de una bebida que también puede formar parte de tu bienestar.
Estrategias para disfrutar el café sin preocupaciones
Una manera sencilla de reducir el impacto de la cafeína en tu bebé es consumir el café justo después de amamantar. De esa forma, cuando llegue la siguiente toma, tu cuerpo ya habrá metabolizado parte de la cafeína y la concentración en la leche será menor. Otra estrategia es alternar entre café regular y descafeinado, lo que permite mantener el ritual sin sobrepasar los límites recomendados. Incluso optar por preparaciones más suaves, como un café americano en lugar de un espresso largo, puede marcar la diferencia.
También es útil observar el conjunto de tu dieta. Si eres una persona que disfruta del té verde, del té negro o del chocolate, conviene recordar que todos ellos aportan cafeína. Sumados al café, pueden llevarte a un consumo más alto del que crees. Llevar un registro durante unos días ayuda a visualizar mejor cuánto estás tomando realmente.
Por último, no olvides que el café no solo es cafeína. Tomarlo puede significar un momento de autocuidado, un espacio de descanso en medio de la rutina de la maternidad. Eso también tiene un valor, y si lo haces de forma consciente y moderada, no tienes por qué privarte de él.
En resumen
No es necesario eliminar el café durante la lactancia. La ciencia respalda que un consumo moderado, dentro del rango de hasta 300 miligramos de cafeína al día, es seguro para la mayoría de los bebés. Lo fundamental es observar cómo reacciona tu hijo y ajustar tu consumo en función de sus necesidades. La lactancia es un proceso lleno de aprendizajes y ajustes, y dentro de todo ello hay espacio para que sigas disfrutando de tu taza de café sin culpas, siempre desde la moderación y la conciencia.
Recuerda! No estás sola y si necesitas guía y asesoría con lactancia y nutrición de tu bebé, estoy aquí para ayudarte! Puedes averiguar más de mis servicios en esta página.